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Chema Sanz Learte


A Pablo Neruda...


Veinte poemas de amor, veinte

y una canción desesperada.

Nos dejaste, Pablo, veinte espinas,

veinte espinas en el alma

arrancadas de tu pecho...

y una herida en la garganta.


Dejaste amor y desamor, tempestad, silencios;

y en tu cálamo, encendida la palabra.

Veinte poemas de amor, veinte

y una herida en la garganta.


Querido Pablo, Pablo Neruda,

fuiste soledad, crepúsculos, encrucijada;

los versos más tristes, naufragio...

El trigal y el sol, la amapola y el agua;

mariposa de sueño, mariposa de sombra,

a veces abeja blanca y otras gaviota de plata.

Tú vertías siempre, encendida la palabra.


Nos dejaste veinte heridas, veinte

y una espina en la garganta.


***


Quizá consiga el tiempo

devorar nuestra elíptica memoria,

en un agrio bostezo de suspiros

viejos, y de nostalgias.


Acuérdate, mujer

que el inasible fin de cada instante,

tan sólo es el principio

de otro instante, perpetuo y aún fugaz;

que reverdece, luego

a un intemporal mundo encadenado

de instantes y recuerdos.


Tal vez, entonces, creas

que se borró la huella del pasado;

que se formó la pátina

primigenia, en el velo de esos sueños

inconclusos. Tal vez.


Pero sabrás, también,

que los recuerdos, sólo son imágenes

que se adormecen siempre...

siempre, en lo más profundo

de nuestros corazones infinitos.


***


Taciturna fugaz impenitente,

amazona de ocasos y de aceras,

burladora de páginas vacías,

gaviota de lunas desenfocadas

que siempre engendran musas;

crisálida de estigmas en la frente

desgranada de versos y de auroras.


Así eres tú, poetisa...


Como inasible soplo de aire fresco,

como un sueño de amor desesperado,

como ignoto susurro en los oídos,

como lluvia de lágrimas perpetuas,

como un beso, quizá...


Sí, como un beso herido de palabras

atrapado en los labios

de un poema.


***


De sus ojos surgió la madrugada

tras quedar dormido el último beso;

lunas de rimel, ángeles sin sexo,

serpenteando los pliegues de su almohada.


Mariposa de luz desencajada,

crisálida abisal de aire inconfeso.

Guarda un silencio, de susurros preso,

el adagio sensual de su mirada.


La noche dejó algunas sombras cálidas

y el eco de su cuerpo desgranado;

pasiones de carmín entrelazado,


vorágines de amor, frutos prohibidos.

Luego, el sol dibujó caricias pálidas

y un arco iris de sueños encendidos.


***


Mi reloj no marca el tiempo,

se quedó atrapado en un laberinto

de días olvidados y de saetas.

Carrusel numérico de etéreos minutos,

de sueños perdidos y ecos amontonados,

jugando a caballito con las estrellas.


Mi reloj no cuenta las horas

y en cada vuelta que da

se desatan las noches y las locuras,

que quedaron atrapadas en su esfera.

Y desabrocha los pliegues de mi cuerpo,

conduciéndome inexorablemente

hacia el borde del último anfiteatro,

de ese abismo inconcluso de la vida.


Mi reloj, persigue el tiempo

…sin alcanzarlo.


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